Al regresar a Londres después de seis años fuera del país, tenía los sentimientos encontrados, con diferentes expectativas y temores, sabiendo que no solamente las cosas habrían cambiado, sino que yo había cambiado también. El reencuentro siempre iba a ser una experiencia intensa. Las “comunidades” del trabajo, de mis amigos, de mi iglesia no serían las mismas, en muchas instancias iba a tener que empezar de nuevo, de buscar nuevos espacios y nuevos amigos.
El primer domingo que estuve en el país fui a mi iglesia. Es una congregación diversa, con muchas personas mayores de edad –los que conozco desde hace muchos años-, y jóvenes que recién están asistiendo, y que tienen una visión de la iglesia como un agente de transformación dentro de la sociedad.
Al acercarme me puse un poco nervioso, en parte porque había dado cuenta unos cinco segundos previos de que ahora los cultos empiezan una media hora más temprano que antes, y de que iba a llegar a la mitad del servicio. También tuve varias inquietudes, ¿Me reconocerán? ¿Todavía me sentiré parte de la familia? ¿Cómo será mi nueva comunidad?
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